Blog ¿hablas planta?

La Maestra Criptomeria – Curso de comunicación con la naturaleza III

En el Jardí, como sucede en la mayoría de los espacios naturales de nuestra amada Tierra, la naturaleza nos habla continuamente.

El murmullo de un arroyo, siempre cambiante, que con sus voces cristalinas alegra el corazón;  el Sol de invierno con sus cálidos rayos que iluminan el alma oscurecida por la falta de luz; el viento que mece las hojas y que en otoño las hace viajar más allá de su origen para fertilizar la tierra con la presencia de lo ajeno… una tierra que exhala la humedad de la lluvia y acoge tanto las raíces de nuestros hermanos verdes como nuestros pies descalzos.

En el Jardí esta vida habla, porque muchos de los que paseamos en el, anhelamos escucharla.

De entre todas las vidas que se comunican con nosotros hoy os quiero presentar a una maestra muy querida, que no ha dejado de enseñarnos desde que fue introducida en este espacio sagrado. Se trata del cedro japonés o Criptomeria japonica (su nombre científico).

Recuerdo que en los inicios llamábamos a éste árbol “el árbol de los abrazos” y en las visitas de Ramas Abiertas fomentaba que la gente lo tocara y lo abrazara.

¿Por qué motivo? Por su aspecto engañoso. Sus hojas de conífera de aspecto puntiagudo, y pinchoso, nunca te llevarían a desear tocar y mucho menos abrazar a este árbol. Pero contrariamente  a la apariencia son suaves y por más que las aprietes nunca se defienden. A mas presión, más suavidad.

Los abrazos y manoseos continuaron hasta que Maite Salgado, una de los miembros del grupo de trabajo del Jardí conectó con ella y sintió su desespero.

¿Árbol de los abrazos? – me preguntó Maite con mirada extraña. Me dice la planta que no le gusta ni el nombre que le das, ni que la toquen y abracen sin su permiso, tanta gente desconocida estrujando sus hojas, sus ramas.

Al reflexionar sobre su mensaje pusimos atención en su nombre: Criptomeria japonica, es decir, criptomeria del Japón ¿Y si la planta tenía aspectos comunes con los pobladores humanos de las islas niponas? ¿Y si al igual que los japoneses necesitaban espacio y distancia física en sus relaciones con otros?

Pedimos perdón a la planta por nuestra ignorancia, construimos un pequeño cercado para humanos y jabalíes y nos comprometimos a no llamarla más “el árbol de los abrazos” ni a fomentar el contacto físico con ella.

Un par de meses más tarde su respuesta a nuestro cambio de actitud se hizo patente. La respuesta de la naturaleza es siempre generosa e imbuida por el perdón. En una de sus jóvenes ramas apareció la primera flor femenina del arbolito, que un poco después se convirtió en una piña preciosa. Un par de meses más tarde unos pajaritos insectívoros construyeron su nido en las ramas más altas.

Criptomeria era en extremo acogedora, tanto que debía protegerse del abuso y simular irascibilidad con sus aparentes espinas. Era capaz de darse, de regalarse si el acercamiento era desde el respeto y la consideración. Podía darse cuando ella lo sentía ¿No sería acaso como nosotros, que podemos ser generosos si se nos trata con respeto? ¿Que damos cuando sentimos que podemos hacerlo?

Ese fue un gran aprendizaje para nosotros, una lección que nos permitió abrir nuestra mente a un diálogo real entre humano y vegetal, un tratar de respetar sus necesidades.

A menudo por nuestra ignorancia, nuestras prisas, nuestros pensamientos y deseos nos comunicamos a través de monólogos en los que los seres verdes no son escuchados y seguimos nuestros criterios si mayor consideración. No siempre nuestra sensibilidad está lista para la escucha o nuestra mente abierta y tranquila para recibir y atender a los mensajes sutiles del verdor. Pero damos pasos en este lenguaje nuevo, hijo de la analogía, que trata de huir del antropocentrismo para anclarnos en una conciencia que es universal y que está en toda vida. Los humanos no estamos solos en esta bella tierra.

Al percibir las plantas desde la óptica humana, confundimos quietud con pasividad, silencio con ignorancia o lentitud  con incapacidad.

Nada más lejos de la realidad. Pero igual que cuando viajas a lugares remotos de ignotos idiomas y debes adaptarte a sus construcciones y semántica para aprenderlo y hablarlo, este nuevo lenguaje requiere de toda nuestra apertura, inteligencia y paciencia.

La adaptación a esta nueva lengua, al mismo tiempo tan antigua como la primera materia del universo, requiere de nosotros algo más difícil que el simple aprendizaje de un idioma humano, requiere de un cambio de conciencia que permita una visión nueva y más amplia de lo que consideramos seres sintientes.

La conciencia está en todo y la evolución nos conduce, de forma inexorable a compartir nuestro Ser humano con el Ser de todo lo que existe.

Un abrazo desde el Jardí.

criptomeria Jardí.jpg

5 comentarios en «La Maestra Criptomeria – Curso de comunicación con la naturaleza III»

  1. Hola! Me interesa mucho poder participar de este curso y de los anteriores también!
    Mis más cariñosos Saludos desde Chile, un lugar maravilloso de flora!
    Saludos,

    Javiera

    Responder
  2. Me siento muy identificada con esta planta y lo que cuentas de tu experiencia con ella Jordi
    Muchas gracias de corazon
    Te pido que me incluyas en el curso gratuito
    Gracias de nuevo

    Responder

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