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Y el Almendro en flor me dijo …. – Curso de comunicación con la naturaleza V

nenufarEsta comunicación es de Mercè Pàmies, una de las sanadoras que forman parte del grupo de trabajo de El Jardí de les Essències. Un ser de gran sensibilidad y comunicación con lo natural que tenemos suerte de tener en el Jardí.

Hablamos.

Vivimos en un entramado de instantes que solamente desde la consciencia sabemos relacionar como partes integrantes del Todo. Cuando nos sentimos Uno con esos instantes, todo toma sentido, se nos amplía la conciencia del conocimiento y vemos la verdad inmutable ante nosotros. El Tu, el Yo y el Eso, confluyen en el mismo punto y lo sentimos en nuestro interior como Luz que teje Luz.

Desde ese Ser de Luz, estamos tan conectados que sentimos más allá de lo que está estipulado socialmente como verdadero. Y, nos llegan comunicaciones, informaciones, de lugares estipuladamente cegados y de todo ser parejo que habla. No importa el idioma ni el código; simplemente el mensaje se descodifica a través de la Fuente de Luz común…

Las plantas hablan. Siempre hablan, aunque solamente cuando las escuchamos sabemos identificar, sentir y reaccionar a  lo que nos dicen. Siempre están para algo en nuestra vida e igualmente nosotros nos cruzamos con unas u otras, para algo. Ese algo lo vamos descubriendo a medida que vamos incrementando la conciencia de ello.

Cuando fluimos en la red de instantes, los puntos bailan armónicamente y se producen conexiones entre las partes.

No hace mucho, estando en casa, unos quilómetros apartada del Jardí de les essències, sin intención previa, pero sí en estado de paz interior, sentí que había algo en el Jardí, que reclamaba ser atendido. Conozco ese espacio bastante bien y al día siguiente, tras avisar previamente a Jordi, me personé allí sin saber muy bien lo qué iba a hacer. En el mismo instante que crucé la puerta de entrada sentí que debía acudir a la zona baja. Fui descendiendo, y, como si estuviera conectada a una antena, cada vez podía escuchar más el reclamo de Criptomeria japonica. No era la primera vez que estaba ante ella; nos conocíamos. Entonces, se intensificó el diálogo y me mostró su ramaje, el cual estaba impregnado de pequeños parásitos: se sentía ahogada. Por unos minutos unimos nuestra respiración y pusimos la intención en sanear la situación: todo ocurre para algo. Luego, me sentí guiada a seguir el riachuelo y pararme, pocos metros más allá de esa gran Maestra, delante de una zona de agua estancada que dificultaba y condensaba mucho el ambiente, y pude propiciar la libre circulación del agua. Respiramos, respiramos Todos.

Mi comunicación consciente con las plantas empezó hablando con una Malva, hace ya unos años, y que me guió para seguir el camino de formarme como terapeuta holístico. Y, de ahí, a sentir, en numerosas ocasiones más, como esos seres de alma cristalina interactúan con nosotros generosamente, para el bien común.

Cuando ofrecemos sin la necesidad de ofrecer, es cuando más libre es la comunicación entre el Ser que está en todo, y más puede  abarcar la voluntad de dar, sintiendo que te estás dando a ti mismo. La Naturaleza Es, y como gran Maestra  nos ofrece siempre, nos acoge en ella en la medida que nos permitimos ser con ella, y ella con nosotros, es una aliada más.

Cuando algo en el interior te hace sentir que todo es posible, des de la esencia, se deja de anhelar, perseguir, pedir, querer…, simplemente y sencillamente se atiende a lo que llega, sin juicios, sin dudas, sin miedos; y una ventana abre una puerta, y una puerta un portón y éste un pórtico, y de ahí…, donde ya no existen barreras arquitectónicas, todo es libre y los conceptos espacio-tiempo se flexibilizan, se relativizan. Desde este punto, en cualquier sitio podemos sentir a la Naturaleza. El Jardí de les essències contribuye a esa toma de conciencia, para ser cada vez más los que sentimos que vivimos el Cielo en la Tierra.

El pasado viernes viví la siguiente experiencia. Fui a realizar un trámite bancario a Esparreguera. Cuando finalicé, una vez ya en una de las calles del centro del pueblo, algo fuera de lo común empezó a suceder. Yo andaba a paso ligero. Me empezó a invadir una paz difícil de describir y todo a mi alrededor parecía llevar una velocidad distinta a mi paso; todo iba más despacio, como si fueran dos películas a ritmos distintos. Respiré hondo y me nació una gran sonrisa. A partir de ese instante hubo una secuencia de evidencias. Seguí andando. Primero se me mostraron en mi ruta tres Gorriones, dispuestos en forma de triángulo y jugando delante de la Puerta de un supermercado; me cubrí de una energía muy especial. Seguí la marcha, y en segundo lugar, a poca distancia se me ofreció un Almendro en Flor, que me embriagó con su fragancia, aportándome aún más sosiego. Simplemente acogí en mí lo que me ofrecía, sin saber muy bien el para qué; confié, sentí que me llenaba aún más de  serenidad. Se lo agradecí, y decidí seguir. Acto seguido, en tercer lugar, entre multitud de emisiones sonoras, el canto de un Mirlo resaltó entre el cuchicheo estridente de los patios de los centros docentes de la zona. Pude localizar al pájaro. Estaba cantando a pleno sol, en la punta más alta de una antena ubicada en la cubierta de un edificio de tres plantas. Lo observé un rato. Parecía indicarme una dirección con el pico anaranjado. Decidí reiniciar la marcha, ahora a paso lento, me sentía flotando. Llegué al coche, aparcado de frente al patio del instituto. Había distintos grupos de clase practicando distintos deportes. Desde allí me percaté que el Mirlo me estuvo señalando dicho patio y, como en un flash, se me centró la atención en un niño, de aspecto corpulento, que estaba practicando con sus patines. Desvié un momento la mirada, y al regresar a él lo vi postrado en el suelo, hiperventilando, con la piel del rostro roja y el profesor dándole indicaciones de lo que debía hacer. Después, intentó levantarse sin éxito y desconsolado, tras un tremendo culetazo, se puso a llorar mientras se quitaba los patines. El patio estaba repleto de compañeros que se cruzaban con él como si no lo vieran. Finalizó la hora de deporte y debían regresar a su aula franqueando unes escaleras muy empinadas. El patio quedó vacío, solamente quedaba en él ese Chico, de frente a las escaleras, abatido, bajando los hombros y soplando, hasta que decidió subir la escalera, peldaño a peldaño, muy despacio y cojeando… Yo me sentía repleta de energía y de forma espontánea empecé a transmitírsela, con la intención de ayudarle. Algo sucedió en él, pues los últimos cinco peldaños los subió corriendo…

¿Para qué se me cruzó ese Chico en mi experiencia vital? Nada ocurre por casualidad. Los unos experimentamos con los otros y los otros con los unos. Siempre para el bien común. Seguro que contribuí de alguna manera a paliar el bochorno que estaba viviendo el niño. Pero él también me ayudo a mí, recordando una situación vivida durante mi adolescencia, donde un hombre, en estado de embriaguez, que parecía transparente para los ojos del resto de la gente que transitaba a su vera y que se encontraba delante de unas empinadas escaleras mecánicas, no supe cómo ayudarle. Sentí impotencia y entré en un mar de juicio de valores.

Siempre se nos ofrecen nuevas oportunidades para armonizar situaciones vívidas desde la incomprensión y generadoras de angustia. La historia en sí cada vez carece más de importancia, va perdiendo peso, y se va ganando en la gestión de emociones y sentimientos. Todo para ir encontrándonos a nosotros mismos a través de los otros. Se nos van presentando las oportunidades en distintos formatos, y sabemos aprovecharlas en la medida que aprendemos a leerlas y vamos aumentando la conciencia. Así, nos volvemos más diestros, al utilizar las herramientas que vamos integrando, desde la Consciencia. La Naturaleza, con todos los seres que alberga, habla y es una Fuente de nutrición de todas esas herramientas, una Gran Maestra. Gracias, gracias Jardí.

 

Abrazo de mercè.

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