Me estremece la visión del volcán en erupción, con ese fuego que emerge del interior de la Tierra. Me entristecen los bosques quemados, como los que hace poco han afectado a mis hermanos gallegos, en el noroeste de España, o en Portugal, en el oeste peninsular, o la devastación que el fuego provocó en diversas regiones de Chile este año.
Pero cuando miro más allá de la catástrofe no puedo sino ver al elemento trascendente, al Fuego que está tras el fuego y sin valorar los porqués, siento el poder que el Fuego simboliza.
Fuego es transformación, como la que en nuestro estomago se da cuando digerimos los alimentos ingeridos. La zona se calienta, la sangre acude para enriquecerse con el fruto de la digestión. Los ácidos, masculinos, fragmentan, transforman, usando el poder del Fuego.
Si tomáis en vuestras manos un tronco ardiendo y tratáis de hacer que la llama crezca hacia abajo, enseguida percibiréis la imposibilidad de tal intento. Probad con una cerilla. El fuego siempre crece hacia arriba, siempre intenta elevarse hacia el cielo. Quizás de ese intento y de la forma que toman las llamas su símbolo siempre ha sido el del triángulo porque realmente parece que tienda a vencer la gravedad, a ascender. El fuego siempre va hacia arriba.
Cuando veo una gran llama y recuerdo su representación triangular viene a mi mente el acto de la sublimación, la combustión de la dualidad, representada por los dos vértices inferiores del triángulo, o de la base de la llama. Esa dualidad es quemada, calcinada, transformada, elevando lo que queda hacia el vértice superior, la punta de la llama. Un solo vértice representación de la Unidad que queda cuando lo dual ha sido quemado, transformado. Por eso el Fuego es un elemento tan potente, peligroso y transformador.
El fuego está en mi células cuando usan el oxigeno para obtener su energía. En la digestión de los alimentos. Está en la llama de una vela y también en el Sol que calienta la tierra y permite la vida, una vida que no existiría sin esa llama cuasi eterna.
La luz que desprende el fuego ha sido, desde antiguo, asociada a la conciencia, porque en la Luz vemos, comprendemos.
Este elemento, como todos, tiene que estar en equilibrio. Sabemos algunos que cuando nos enojamos nuestro fuego ha crecido o que a veces la energía del fuego es apagada por el agua del miedo, una emoción de talante más acuoso.
Las épocas de mucho fuego en nuestras vidas son épocas intensas, quizás como las de ahora. Hay que cuidar que el Fuego no nos queme, pero al tiempo, es muy posible que agradezcamos ser el crisol de tal transformación.
Recordemos que la Tierra era muy estática y que la gravedad no permitía su movimiento y tampoco grandes cambios. Con el Agua el movimiento si existía, pero aún queriendo no nos era posible ir más allá de la prisión de la gravedad. Cuerpo y emociones mandaban en nuestra vida. Con la entrada en juego del Fuego las emociones se pueden quemar, como se quema a veces nuestra vida en los fuegos del karma que nos toca vivir. Ese calor que nos hace arder, también puede transformar nuestra vida y llevarnos en dirección a la unidad. Después del fuego solo queda lo incombustible, ese Amor en mayúscula. El Fuego es un elemento menos denso, más fluido, que asciende y no puede cesar en su poder transformador. Si solo somos Fuego nos quemaremos y quizás antes de tiempo dejaremos esta dualidad. Pero el Fuego, con el enfriamiento del Agua y la serenidad de la Tierra nos hará mejores. Es un paso más hacia la transformación interior.
Siéntate delante de las llamas. Sea una vela o una chimenea. Observa su movimiento, incesante, como lame la madera, como los colores cambian de rojo intenso, naranja, amarillo y blanco. Hasta plateado. Observa sin prisas y siente su calor. Un calor vivo que penetra en ti. Acerca las manos sin quemarte y como si ellas pudieran respirar, absorbe el calor de la llama. Absorbe y cuando las sientas llenas, lleva las manos a donde te duela. Lleva el fuego transformador a tu cuerpo, tus emociones o tu espíritu y pide al fuego que te ayude a quemar la dualidad de tus días y te conecte con la Unidad que eres en realidad. Todo Luz, desde siempre y para siempre.
Yo Soy Tierra, Yo Soy Agua, Yo Soy Fuego
Para siempre,
Jordi