De vez en cuando en mis cursos alguien me pregunta si las esencias florales no son algo externo de lo que dependemos. Algo que tomamos de afuera. Cuando el trabajo de crecimiento y equilibrio debería ser interno.
A lo que yo les respondo que sí… ¡y que no!
¿Qué es lo externo? ¿Qué lo interno? ¿Hay algo de lo que no formemos parte en la naturaleza? ¿No somos naturaleza en estado puro? ¿No somos conciencia? ¿No está toda la naturaleza preñada de vida y conciencia?
Somos naturaleza, de eso no hay duda. Una naturaleza con capacidad de autoconciencia como pocos seres antes. En el proceso de la adquisición de esta autoconciencia parece que nos identificamos con partes de nuestro ser, solo partes y las tomamos por el Todo. Miramos nuestro cuerpo cambiante y nos reconocemos en él. Aprendemos a sentir aquello que nos gusta y lo que no y creamos una autoimagen, a menudo demasiado fija, con la que definirnos. Pensamos como debería ser el mundo y lo analizamos todo a través de esa mirada, que, evidentemente, es muy subjetiva, y la tomamos como la verdad, como nuestra verdad con la que afirmarnos.
A medida que crecemos dejamos que otros nos definan y nos digan como creen que somos, y a menudo aceptamos su creencia como una definición de nuestro ser individual. Nuestro entorno, nuestra propia visión, lo que arrastramos como individuos del pasado, individual, familiar y colectivo, va tejiendo una cota de malla con la que creemos protegernos, pero que nos limita y constriñe, como una corteza demasiado gruesa, como una rama inflexible que se rompe con el viento fuerte de los días.
En medio de esta visión errónea de nosotros mismos, aislados en mitad de un universo infinito que de tan grande nos llega a aterrorizar, creemos que estamos solos. Pero no es así. La naturaleza, que es sabia pues es una con la conciencia universal, todo tiende a equilibrarlo y pone al alcance de nuestros errores las esencias para recordar. Para que nuestro ser adquiera la paz, el equilibrio, el valor, la mesura, la alegría, etc.
¿Cómo lo hace?
Imaginemos una persona que ha sido educada para ser rápida en sus quehaceres. Una persona que se siente útil si es capaz de hacer muchas cosas. Que no se siente bien no haciendo nada. Que tiene una personalidad emprendedora, iniciadora de proyectos. En lenguaje floral de Bach algunos podríamos llamarla Impatiens.
Esa persona no tiene ningún problema en realidad hasta que su don, la capacidad de iniciar proyectos y ser muy rápida llevándolos a cabo se va convirtiendo en una maldición. Eso sucede porque la gente la valora por su hacer y eso la llena de orgullo. El don va tomando peso hasta que la personalidad transforma ese don, por exceso, en un defecto. La energía veloz de Impatiens crece, y la mente, orgullosa de ser así, transforma esa energía mental en energía orgánica y el cuerpo sigue a la mente y a su vez toma velocidad. El corazón se acelera, la respiración corre y el sistema digestivo cabalga. Los músculos se tensan y el cuerpo manifiesta síntomas cada vez más intensos. Nunca para hacer daño. El cuerpo muestra a la persona un retrato de la mente para que vea y pueda entender que hay que suavizar algo. El cuerpo y con el tiempo, la enfermedad que se puede formar, son la naturaleza tratando de mostrar los excesos y equilibrar.
La persona consciente y que aprendió a leerse a sí misma entenderá y frenará, y los síntomas no llegaran a cronificarse. Por desgracia no aprendimos a leernos. Nadie nos enseñó. La gran mayoría creyendo que hacer muchas cosas y rápido en un mundo acelerado es un don, no querrá desidentificarse ni perderlo. No tendrá la conciencia del desequilibrio y no relacionará su corazón desbocado con su mente acelerada.
Aquí es cuando las esencias entran en juego. Para estos momentos cruciales la naturaleza nos regala una segunda oportunidad e “inventa” una planta que como el humano acelerado corre en su día a día. Crece cada vez más rápido y expulsa sus semillas, a menudo antes de tiempo. Esa especie vegetal precipitada está para mostrarnos su equilibrio. Al tomar la esencia de la flor de esa planta sentimos que sin correr tanto estamos mejor. La personalidad Impatiens, por primera vez, puede sentir su don sin los inconvenientes del defecto. La esencia nos recuerda el equilibrio perdido. No nos quita nada. Solo nos muestra cómo podríamos ser aprovechando aquello con lo que nacimos sin llevarlo al más extremo de sus extremos.
Y aquí es cuando la conciencia adquiere toda su relevancia. Si tomamos la esencia como quién toma una aspirina, creyendo que la esencia lo va a hacer todo, la persona se calmará, pues la esencia hará su trabajo de llevarnos a la calma pero con el tiempo la persona no habrá sentido de verdad su don y su defecto, no sabrá que puede usar ambos y pasado un cierto tiempo correrá de nuevo atraído por lo que cree es su forma de ser y dirá, resignada: “yo soy así”.
La persona que en conciencia (muy a menudo la guía de una terapeuta puede facilitar grandemente las cosas) entienda que no hay nada malo en ella y que solo requiere reequilibrar el “exceso de don”, sanará. Aceptando su virtud y manteniéndola dentro del equilibrio, no llegará al defecto.
Las esencias, no tengan miedo, nunca harán nada que no hagamos por nosotros mismos a un nivel profundo (aunque en la superficie notemos muchos cambios en los síntomas). Son apuntes, recuerdos, indicaciones de equilibrios, de un camino que tendremos que recorrer en primera persona. La naturaleza será nuestra maestra si nos dejamos guiar. La naturaleza cuida de sí misma y ¿que somos nosotros sino naturaleza? Con la naturaleza como Maestra, no hay error posible. Las esencias florales son los guiños que la Madre Tierra ofrece al mundo humano en su adolescencia, aportando su Amor en cada forma de Vida, para ayudar al ser autoconsciente en los dolores del parto espiritual que está atravesando.
Con Amor

Soberbia reflexión.
Pasa un tiempo que no te leo, y cuando vuelvo a hacerlo, nuevamente logras que mi ser se expanda en conciencia de una manera que pocas veces otras palabras consiguen resonar en mi… Sin dudas son las flores hablando a través de ti,Jordi… naturaleza en naturaleza … Gracias infinitas!
Admirable descripción, llegó ahí en lo profundo, donde debe ser …